Mujeres obreras en Cartagena: Un estudio de caso de la industria Vikingos 1960-1980
thesis
2010
Universidad de Cartagena
Desde los años sesentas en el siglo XX, muchas han sido las investigaciones preocupadas
por construir otros campos de investigación importantes en el discurso historiográfico.
Temas como la sexualidad, maternidad, historia de la familia, de la cotidianidad, de las
relaciones personales, de las mentalidades, de los valores del trabajo y la historia de las
mujeres, entre otros, han buscado recuperar un pasado ignorado, junto con sus principales
voces, actores y actrices.
No podríamos dejar por fuera los trabajos publicados por la Revista de Annales1,
relacionados con los temas antes descritos, ya que constituyen sin duda alguna una
aproximación a estudios de este tipo que buscaron conocer de una nueva forma el pasado,
proponiendo nuevos métodos para investigar, ampliando los paradigmas historiográficos
con nuevas fuentes y objetos de estudios2. La Historia de las Mujeres, ha desarrollado
distintas líneas de investigación que permiten identificar el rol y papel de la mujer dentro
de la sociedad; los diferentes procesos de invisibilización y discriminación a los que ha sido sometida, redefiniendo las formas como se ha escrito y configurado la historia,
contribuyendo con sus investigaciones al aporte de los vacios de estos discursos en la
historia.
En Colombia, este tipo de estudio tiene algo más de cuatro décadas de existencia3. Trabajos
pioneros como los de Lucia Luque, Patricia Alvear, Teresa de la Inmaculada, constituyen
un amplio número de obras que han aportado a esta perspectiva. Sin embargo, desde 1984
podemos referenciar otros que, aunque no la han tenido como eje central, significan mucho
para la alimentación de estas investigaciones4.Partiendo de lo anterior, en efecto, es visible
la inclusión de la historia de las mujeres en el quehacer histórico, producto de un proceso
de larga duración, por darle relevancia a su participación en diferentes aspectos: el
educativo, cultural, político, económico, social, entre otros.
Partiendo del concepto de género∗, como categoría útil para el análisis histórico de las
relaciones sociales entre hombres y mujeres en la sociedad, podemos entender como estos y estas se han organizado y configurado, generándose relaciones desiguales de poder, que se
manifiestan en las jerarquías y ocupaciones de espacios naturalizados entre hombres y
mujeres. Es decir, el género es utilizado como principio organizador, ordenador de las
relaciones, creando estructuras singulares para la práctica social5.
En ese orden de ideas, en América Latina en el área que actualmente conocemos como
estudios de género y trabajo, los interrogantes de mayor preponderancia fueron la
participación de las mujeres en el proceso de urbanización y en las migraciones rural –
urbanas, su vinculación al servicio domestico y al sector informal.
En el tema de género han sido diversos las líneas y resultados de investigación en América
Latina. En los años 60’s se analizaron la participación de las mujeres en el desarrollo, con
aportes significativos de disciplinas como la sociología, antropología y la economía, desde
dos perspectivas teóricas–políticas: las teorías de la modernización y la crítica feminista
marxista. Por otro lado, en los años 70’s, tras la configuración de un nuevo mundo
económico mundial y el desarrollo de programas fronterizos de industrialización, se
vislumbran nuevos temas de interés a explorarEn los años 80’s, con la introducción de los nuevos tipos de tecnologías y prácticas
gerenciales y el supuesto agotamiento del paradigma productivo taylorista/fordista, los
procesos de globalización y división internacional del trabajo, se suman a este gran espectro
de temas. Por último, en los 90’s el tema de la flexibilidad laboral y la precarización del
empleo, presente desde la década del ochenta se añade al estudio del desempleo y los
fenómenos de exclusión y la polarización social resultado de la reestructuración productiva
y las políticas de ajuste6.
En esta misma perspectiva, el concepto de género ha evidenciado las interrelaciones entre
la economía, el universo laboral y el ámbito de la familia, la reproducción y el trabajo
domestico7. Dicha categoría ha permitido pensar de manera relacional y procesual para
dar cuenta de la producción, reproducción o transformaciones de las relaciones
configuradas para hombres y mujeres.
A finales de los años cincuenta y durante la década de los sesentas, se produjo un aumento
de la mano de obra femenina en el mercado laboral de los países de Europa y de América
Latina; esta situación propicio el surgimiento de diversos interrogantes dirigidos a la
6ARANGO, Luz Gabriela. “Genero, trabajo e identidad en los estudios latinoamericanos.” En: Pensar (en) género. …Ibid.Pág.238. 7 Ibíd. Pág.238.
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reflexión y al debate científico. En aquel proceso de búsqueda de respuestas y reflexiones,
se elaboran las primeras interpretaciones que fueron problematizando este hecho social,
que corresponden a dos modelos de análisis que han prevalecido como eje teórico central
de los estudios que abordan la inserción y participación de la mujer en el mercado laboral.
El primer modelo, denominado Marxista, tiene como componentes estructurales el
desarrollo capitalista y el desarrollo de la fuerza de trabajo femenina; la evolución del
primer componente determina el desarrollo del segundo. Esta articulación se comprende a
la luz de dos procesos históricos: las etapas de desarrollo de la fuerza de trabajo y la
revolución industrial con la formación de un ejército de reserva.
En América Latina, los y las investigadores que han articulado sus estudios al modelo
Marxista, han operado con dos hipótesis centrales. La primera, hipótesis llamada
pesimista, “sostiene que el desarrollo del modo de producción capitalista somete a la
fuerza de trabajo femenina a una creciente marginalización.”8. De esta forma, el proceso de
industrialización, según sus fases históricas sucesivas, disminuye la inserción de la mujer al
espacio laboral, en la medida en que las empresas monopolísticas reemplazan la mano de
obra humana por tecnología solida y de calidad que permite una mayor producción en
menor tiempo. La mujer es desplazada hacia el sector informal de la economía, mostrando
la posición residual de la mujer en el conjunto de la fuerza de trabajo.
8 MUÑOZ, Andrea. Fuerza de Trabajo Femenina: Evolución y Tendencias .En: Género, Clase y Raza en América Latina: Algunas Aportaciones. LUNA, Lola. Barcelona. Universidad Barcelona.1991.Pág.66.
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La segunda , perteneciente al modelo Marxista, sostiene que la mano de obra femenina ha
sido constituida como parte del ejército industrial de reserva, convirtiéndose en un grupo
movilizable y desmovilizable que se redefine permanentemente al atender las necesidades
y coyunturas dinámicas, de cambios tecnológicos y transformaciones de la industria
capitalista.
El segundo modelo de análisis , Optimista, se define como parte de los procesos de
industrialización , que derivan en una modernización económica y social; propiciando el
aumento de condiciones favorables para el acceso de la mujer al mercado laboral,
(alterando así las condiciones tradicionales de la oferta de trabajo de la mujer), tales como
la expansión del sistema educativo, la ampliación de los beneficios sociales del Estado, la
simplificación de las labores domésticas y la reducción de la familia.
A principios de los años setentas, nuevos estudios evidencian las limitaciones de los dos
modelos señalados. Una de las carencias del modelo Marxista consiste en silenciar las
profundas diferencias que históricamente han marcado los roles sociales de mujeres y
hombres, la venta u oferta de trabajo de cada uno influyen en la dinámica del mercado
laboral. De igual forma, se evidenció las falencias del modelo Optimista. Estas consisten
en verificar que los mayores niveles de educación que alcanzaron las mujeres como la
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extensión de los beneficios estatales, realmente no implicaron su incorporación a
ocupaciones desempeñadas tradicionalmente por los hombres, pero si la ampliación de
ocupaciones destinadas a las mujeres.
Al develar las deficiencias de estos modelos, se generaron nuevos caminos de análisis
sobre el tema de la Mujer y el Trabajo, con un nuevo arsenal conceptual y metodológico,
que indicaban otros rumbos por transitar en busca de otras respuestas y otras reflexiones,
que a la vez permitieran una novedosa interpretación teórica de la condición de la mujer
en la sociedad. Se produjo así, una nueva orientación de los análisis sobre el tema en
mención, en donde se especificó la particular condición de la mujer en cuanto género-sexo.
Todo lo anterior, evidencia el desarrollo importante que cobró la teoría feminista en ese
contexto y el consecuente despliegue de una dimensión esencial para todo análisis
especifico de la mujer.
La teoría feminista argumenta que el proceso de reproducción, entendido este en cuanto
reproducción biológica, social y de la fuerza de trabajo, ha sido construido, divulgado,
apropiado y naturalizado como perteneciente a la mujer; es decir a ellas le corresponde el
lugar de la reproducción biológica y la labor doméstica y a ellos los dominios
conceptuales y prácticos de la cultura. El eje de la investigación feminista se estableció en
cuanto a las variables familia- trabajo domestico- producción, expresadas por dos
corrientes del feminismo de la época: radical y marxista. No obstante, hacia finales de los
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años setenta se produjeron opiniones críticas desde la orientación Feminista-Socialista, que
se dirigían a la carencia, por parte de la perspectiva radical, de la preocupación por los
procesos de exclusión y segregación ocupacional presentes en el mercado laboral; debido a
que desde la perspectiva radical, tan solo se habían centrado en adquirir un peso teórico y
metodológico de los estudios de trabajo doméstico.
Asimismo, se percataron que desde la perspectiva marxista se dejaba de lado los procesos
ocurridos en la familia y la división sexual del trabajo dentro de ella, mientras enfatizaban
en la reflexión y la búsqueda teórica en los procesos productivos y las formas de
acumulación capitalista. Por consiguiente, desde la orientación feminista-socialista se
señaló que en las sociedades donde se impone el capitalismo industrial, coexiste el
capitalismo y el patriarcado como sistemas de dominación que despliegan ejercicios de
poder de una clase social sobre otra y de un sexo sobre el otro. En este sentido, el género y
la clase se articulan en una interacción que logra permear las estructuras de la sociedad, en
donde la mujer se halla aprisionada en un círculo vicioso y caótico que se evidencia en los
diversos micro-espacios sociales.
Ya en la década de los años ochenta, las investigaciones enfatizaron en la comprensión y en
el análisis del proceso de construcción social, derivada de la condición que ideológicamente
se le ha asignado a la mujer en la familia y en el proceso de reproducción, que conllevan a
una serie de relaciones de género que inciden en la organización de la sociedad y en la
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organización del proceso productivo en su conjunto y en el mercado de trabajo en
particular. En este orden de ideas, se pretende realizar un análisis de la condición de la
mujer en el espacio del trabajo, donde se incorporen elementos ideológicos y culturales
inherentes a las relaciones de género y un contexto total, en donde confluyan los procesos
económicos, sociales y culturales de la sociedad que se estudia.
En suma, lo anterior evidencia la diversidad teórica y conceptual con que se ha abordado
el tema durante las décadas mencionadas. Además de los distintos enfoques que se perfilan
con esta pluralidad teórica, que ha ido variando en la medida en que ha sido revisada
cuestionada y analizada, permitiendo avanzar en ese camino que se labra y se construye en
la medida que se recorre y no se abandona.
En Colombia, las investigaciones sobre la mujer trabajadora y sus distintos afluentes
temáticos son relativamente escasos, más aun cuando se aborda la inserción laboral de las
mujeres en la industria. Para el caso de las mujeres del agro son muchos los trabajos9, ya
que tras su actividad productiva, existe una relación estrecha entre unidad de reproducción
producción, difícil de desagregar.
- Historia [489]