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dc.contributor.advisorPérez Álvarez, Alexander (Tutor)
dc.contributor.authorMartínez Salcedo, Laura
dc.date.accessioned2015-08-03T15:48:45Z
dc.date.available2015-08-03T15:48:45Z
dc.date.issued2014
dc.identifier.citationT361.32 / M366tes
dc.identifier.urihttps://hdl.handle.net/11227/1291
dc.identifier.urihttp://dx.doi.org/10.57799/11227/10266
dc.descriptionTesis (Trabajador Social) -- Universidad de Cartagena. Facultad de Ciencias Sociales y Educación. Programa de Trabajo Social, 2014es
dc.description.abstractEl siguiente informe cuyo objetivo principal es generar una reflexión sobre el papel del trabajo social en la reparación integral y de manera especial, en su dimensión simbólica, a víctimas del conflicto armado en el departamento de Bolívar, surge en un proceso de prácticas sociales reflexivas en la Secretaría de Víctimas y Derechos Humanos de la gobernación del mismo departamento durante el período del 2013-2014. Este ejercicio de pensarse el papel de trabajo social en un escenario de conflicto armado aún, genera una serie de desafíos y se convierte en una tarea necesaria para el enriquecimiento de la profesión, y además, para la construcción de procesos de paz y de reconciliación, que pueden empezar por la reparación integral a las víctimas, dotando a éstas de voces múltiples y del protagonismo necesario para la transformación social, más allá del asistencialismo soterrado1 que les lleva a la pasividad y más allá de los diálogos de paz fuera del territorio nacional. Se hará mención por lo tanto, de conflicto y no de “postconflicto”, término muy utilizado en Colombia, asumiendo una u otra ganancia sin reconocer otras realidades sociales que se viven cotidianamente dentro de los territorios aún después de la desmovilización de algunos grupos al margen de la ley. Incluso, Jean Paul Lederach (citado en Conforti, 2003), experto en mediación y análisis de conflictos, ha comunicado a través de sus publicaciones que por haberse firmado un acuerdo de paz en cualquier país, no se podría hablar siquiera de postconflicto, sino de postacuerdo. Y es así, como se ha venido entendiendo desde este ejercicio práctico y reflexivo, que los conflictos no cesan sino que se transforman, así como se transforman las formas de abordarlos, intervenirlos y dinamizarlos. Lo anterior se plantea precisamente para no caer en la trampa del lenguaje oficial en Colombia, que nos ha llevado al paso del conflicto al posconflicto sin que hubiesen mediado cambios estructurales y negociaciones. Pareciera que por efecto de las acciones represivas y militares- o quizás un acto mágico-, un puñado de perpetradores que atentan contra un orden democrático, desaparecieron o están por la senda del exterminio, dando paso a la normalidad (Bello, 2003). Por otro lado, este ejercicio académico y práctico a la vez, ha llevado a un análisis reflexivo de una práctica fundamentada teórica, metodológica, ética y políticamente, como una ampliación del espectro de la intervención desde el trabajo social con víctimas del conflicto armado; no pretenderá por tanto, ser un modelo de intervención, sino una reflexión en sí misma. Es casi una obligación- si se quiere tener una intervención fundamentada- que la teoría anteceda a la actuación y luego vuelva a precederla, como un proceso de reflexión-acción-reflexión. De hecho, Nora Aquín (citado en Cifuentes, 2002) ha precisado que “no basta actuar para entender. La intervención, si no está respaldada por una teoría que dé cuenta de ella, se mueve a ciegas, inconsciente de los efectos que produce, incapaz de reconocer límites y abrir posibilidades, inhabilitada para la crítica y el perfeccionamiento, condenada, si se quiere, a ser copia de sí misma. La teoría es portadora del poder de la crítica, a la que es poco afecta la tecnocracia. El interés por construir teorías de la intervención es, sí, un interés teórico, pero no teoricista; no se trata de la acumulación conceptual al margen y en contra del compromiso con las urgencias, sino, por el contrario, de revalorizar el lugar de la teoría que permita una intervención fundada y cada vez más eficaz” (p.2). Es decir, sin una reflexión teórica previa a la actuación en la reparación a víctimas, sobre cuestiones como intervención social, papel del trabajo social con víctimas, Derechos Humanos, Derecho Internacional Humanitario, conflicto armado en Colombia, territorio, ruralidad, ausencias y presencias del Estado, reparación integral y en especial, la dimensión simbólica de ésta; no, sería posible una intervención contextualizada y fundamentada como la que se plantea en este espacio. Por el contrario, sería una práctica agotada en la aplicación de las técnicas, el uso de las estadísticas y sin poder superar el asistencialismo, y en el peor de los casos la tarea encuestadora, como cosas que tradicionalmente se le ha atañido en una especie de papel único al trabajo social. Por ejemplo, no es tan difícil escuchar frases como: “las trabajadoras sociales son las que saben de encuestas. Son lasauxiliares de los abogados” (Palabras pronunciadas por un fiscal durante el 7º foro de intervención social para la paz en escenario de post-conflicto). Cosa que podría ser causante de más de una discusión por parte nuestra y más de una reinvención de la profesión. Esta apuesta ética-política, en este caso concreto, surge de comprender la justicia social y la reivindicación de derechos como garantías para la reparación a víctimas y la ley 1448 como una de las rutas pero no como un único camino para el trabajo social; implica comprender que la intervención no viene como una demanda de consumidores de productos en un supermercado, ni por parte de los usuarios de los servicios de las administraciones, ni de pacientes, ni de clientes de las organizaciones. Tampoco viene reclamada por la atención de los ciudadanos de una determinada comunidad social o política, de una organización de víctimas de un grupo al margen de la ley u otro. Su atención viene exigida y alimentada por personas, por comunidades de personas, por sujetos de derechos (Aguayo, López & Quiroz, S.F). Implica poder mirar a los ojos a las víctimas (de manera horizontal) y no como un expediente, un número, una cifra o una estadística más de la violencia en el país, ni mucho menos como una categoría absoluta que abarca todo un universo. Esta apuesta crítica debe pasar por resistir al papel de control y planificación de la asignación de recursos o intermediarios entre bienes escasos (o arrebatados en los hechos victimizantes) y necesidades insatisfechas, intervenciones que sólo coadyuvan a la miseria, a la reproducción del circulo de la pobreza, la exclusión de las víctimas y emantenimiento del status quo del Estado. La apuesta ético-política del trabajo social debe construir una visión del otro/otra como sujeto de derechos con historias de vidas, sueños, sentimientos, frustraciones, decisiones, potencialidades, etc.; una visión desde la intersubjetividad y la relación con ese otro/otra, porque cabe en este punto mencionar una frase de Galeano casi en tono de burla “la objetividad la inventaron los que no quieren comprometerse con el dolor humano” (Citado en Fossini, 2005, p.194). Por otro lado, con respecto a este informe planteado desde una sistematización como forma de plasmar la experiencia, es oportuno mencionar que “(…) hoy tanto prácticas como sistematización asumen marcos referenciales, direccionalidades y procesos operativos de acuerdo a los sujetos: minorías étnicas, campesinos desplazados por la violencia, culturas juveniles, grupo de mujeres, niños de la calle, reinsertos a la vida civil, organización de venteros ambulantes, movimientos ecológicos, grupos culturales. Cada sector va desarrollando su práctica, la reflexiona y toma la palabra para transmitir saberes que habían sido silenciados por discursos homogeinizadores e invisibilizadores de la diversidad y de los múltiples contextos en la que heterogeneidad económica, política, ecológica, social y cultural se soportan y de las relaciones que entre alteridades, se establecen para legitimar, circular, hacer uso y apropiar conocimientos para la acción social” (Guiso, 1998, p.4). Es por esto que se hace necesario dar a conocer experiencias que aunque se vienen gestando desde antes en el país, es en este momento coyuntural del conflicto armado, donde la reparación a víctimas aparece en la plataforma del Estado y por tanto se vuelve un escenario para el ejercicio profesional y la reflexión crítica a partir de los conocimientos y la intervención social. Por tal razón, en la sistematización de esta intervención se ha realizado un esfuerzo por ir recuperando, ordenando, precisando y clarificando el saber de la intervención profesional, para darle cientificidad. Se ha utilizado la investigación como una guía, fundamentándose en un proceso de reconstrucción de forma conjunta con las víctimas y en una reflexión analítica sobre las experiencias vividas, mediante la cual se intenta interpretar lo que sucede para comprenderlo. De esta manera, este informe reflexivo busca transmitir la experiencia, confrontarla con otras y con el conocimiento teórico existente, y así contribuir a los conocimientos que se generan desde y para la práctica del trabajo social (Instituto De Estudios Sobre Desarrollo Y Cooperación Internacional, 2004). Sin embargo para poder sistematizar, generar y seguir con la reflexión, se hizo necesario pensar más allá de ‘hacia dónde intervenir’, para comprender previamente ‘desde dónde intervenir’, qué mirada lleva la intervención social a realizar con las víctimas del conflicto armado y desde qué posturas, desde qué enfoque. La hermenéutica ha acompañado esta experiencia teórico-práctica como un enfoque necesario, entendiendo que esta apuesta no se ocupa de “personas naturales” o en este caso preciso de “la víctima” como tal, desvinculándolas de sus realidades sociales, de las diversas representaciones en las que están involucradas las personas y que le atañen, sino que el trabajo social realizado con víctimas del conflicto armado permite señalar que nos movemos en una realidad donde lo simbólico es eminente –e incluso fundamental para la vivencia cotidiana- como principio comprensivo en la “organización” del mundo. El conflicto armado y sus consecuencias exigen una interpretación más allá de la historia presentada en las escuelas y los libros tradicionales. Por lo tanto queda en entredicho aquella disyuntiva entro lo que es “real” y lo que es “simbólico”. Ambos asuntos se encuentran enlazados en el mundo con el que el trabajo social trata. (D´Agostini, 2000). Y es la hermenéutica la que ha permitido que desde el lenguaje surjan probabilidades de nuevas transformaciones. Se ha comprendido que las identidades de las víctimas emanan de las categorías con que se nombran desde la intervención social, puesto que la palabra tiene posibilidad de apertura a posibilidades y de cierre por estigmatizaciones. La forma en que se nombran los sujetos/sujetas y sus realidades han de derivarse de la postura política asumida. La comprensión del lenguaje hablado y no hablado, por lo tanto, se vuelve un campo imprescindible de recolección de información para la intervención; es el campo de batalla en el que se disputa el significado, por lo tanto la lógica estigmatizadora es también una reiteración de violencia (Petautschnig, 2010). La apuesta política del trabajo social que se mencionaba anteriormente, dentro de este enfoque y en la intervención con víctimas, tiene correspondencia con la deconstrucción de las viejas categorías y desaprensión de estas, en la circulación de otras capaces de reconfigurar nuevas realidades donde: “entendamos entonces que el trabajo social ocupa un lugar preciso y precioso en la reproducción de las relaciones sociales, en la economía objetiva del capitalismo y en la economía subjetiva de sus destinatarios y de sus agentes” (Karz, 2004, p.41). Luego entonces, desde la hermenéutica, en esta intervención social con víctimas del conflicto armado se debe tener en cuenta dos asuntos importantes: El primero tiene que ver con una apuesta desde el trabajo social que sea terapéutico, entendiendo que el trauma social además de ser provocado por los hechos victimizantes, es causado por un sistema opresor de un Estado que en pro de su competencia ha estado ausente y de una falta de reprobación social a causa de la invisibilización de los hechos. El segundo asunto tiene que ver con análisis emancipador, sabiendo que las formas de discriminar han sido históricas y que han pasado de generación en generación. Es clave para el Trabajo Social recordar que con quienes se trabajan son más que personas con nombres, apellidos, direcciones, hechos victimizantes y necesidades, realmente se tiene en frente- o al lado si se quiere- una realidad social categorizada en desventaja, discriminada y golpeada por un sistema como el colombiano lleno de desigualdades estructurales que desde el trabajo social se debe confrontar y llevar hacia adelante una práctica transformadora (Adams, Dominelli Y Payne, 2002). Por tanto, vale la pena mencionar la afirmación de Gomá (Citado en Cordero-Ramo, 2011) -refiriéndose a la hermenéutica- en cuanto “nos descubre un universo antecedente a la positividad científica y nos muestra que lo sabido depende de lo consabido, lo que vemos de lo evidente, el juicio del prejuicio, el conocimiento delprejuicio, el conocimiento del previo reconocimiento y la ciencia de la creencia” (p.4). Siendo para este escenario de intervención social con víctimas muy importante el reconocer las voces de éstas y sus polifonías por encima del acto prejuicioso y categorizador histórico, descubrir el sentido de sus discursos hablados y no hablados como antecesores a los datos estadísticos, y la interpretación antes que la explicación de los hechos sociales. Por ejemplo, en el caso puntual de acompañamiento en la construcción de la memoria histórica de las víctimas, es indudable el poder que tiene la hermenéutica para hacer nuestra la realidad vivida por otros u otras, de forma que se puede aprender tanto de sus aciertos como de sus errores y aportar a la transformación social de sus vidas y por qué no, del país, debido a la necesidad de construir una historia contada desde abajo, desde quienes lo vivieron en primera persona y saben muy bien, el significado de los hechos perpetradores y de la opresión, y de esta manera, la verdad de las propias víctimas empiece a ser conocida y reconocida como una verdad colombiana que aporta a la construcción de nuevos mundos de mariposas y ruiseñores. Antes de finalizar esta introducción se hace menester indicar que este informe se configura a partir de la utilización de unas técnicas empleadas para la recolección de datos, de registro y de análisis. Así de esa forma, se optó por una intervención basada en la investigación documental, desde una revisión sistemática de fuentes secundarias sobre las tres categorías seleccionadas (el contexto, las víctimas y la reparación integral) y sustentada también desde una modalidad más dialógica e interactiva, que incluye como técnica para la recolección de información, el diálogo conducido a manera de entrevistas semiestructuradas- algunas fueron más de tipo conversacional y no estructuradas- con cada comunidad visitada, con cada víctima interactuada; también la observación participante y el análisis de documentos.es
dc.format.mediumapplication/pdf
dc.language.isospaes
dc.publisherUniversidad de Cartagenaes
dc.rights.urihttps://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0
dc.subjectConflicto armado - Colombiaes
dc.subjectTrabajo social - Casoses
dc.titleTiempos de mariposas y ruiseñores: Sistematización de la experiencia de prácticas sociales en torno a la Reparación Integral a Víctimas del conflicto armado en el departamento de Bolívar, durante el período 2013-2014es
dc.typeTrabajo de grado - Pregradospa
dc.rights.accessopenAccess


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