El divorcio
Torres Carrascal, Cesar | 1965
La legislación mosaica al referirse a la ruptura del matrimonio por repudiación solo da los primeros pasos en favor de la institución del divorcio, pues la Biblia no hace referencia a una institución que constituye típicamente el divorcio.
El divorcio surge de las leyes del talmud, fue este el creador del auténtico divorcio como se conoce en la ley Israelita y como ha pasado al Derecho positivo moderno con mayores o menores modificaciones. Mientras que la repudiación era decretada por la no moda voluntad del marido, al comienzo y después, incluso, por la de la mujer, el divorcio requiere el consentimiento de ambos cónyuges.
El caso más de Divorcio en la ley Hebrea es el que se promovía por estatalidad. Si después de diez años de matrimonio, no habían procreado, siendo imposible determinar cuál de los dos cónyuges era responsable, el precepto los autorizaba para divorciarse. Si la mujer volvía a contraer nupcias y tampoco lograba la gravidez, el segundo conyugue podía repetir la conducta anterior y la mujer ya no podía volver a casarse.
Lo mismo ocurría en el caso de impotencia sexual del marido: la mujer estaba autorizada para hacerse repudiar, acabo de diez años después de iniciada la convivencia; si la esterilidad se prolongase por otros diez y surgiere la culpabilidad del esposo (o si la impotencia del marido fuera muy evidente), no hacía falta esperar los diez años, y la mujer era liberada por divorcio. Existía otra forma de divorcio, emergente, de la partida hacia la guerra del esposos: en tal caso estaba obligado a escribir una carta de divorcio, antes de partir; la cónyuge podía utilizarla si existían pruebas fehacientes de que el marido había sido muerto, o era tomado prisioneros por más de tres meses.
La causal más importante, y también más difundida del divorcio Israelita, era el adulterio de la mujer, la Biblia proclama enfáticamente; “no cometer adulterio: (Éxodo, 2°, 14). “No adulterarás; no codiciaras la mujer de tu prójimo…..” (Deuteronomio 5°, 18 y 21) “no hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tu eres, mi mujer…. “(Génesis, 39, 9). Conforme al criterio de la Ley Bíblica, el hombre no es adultero por infidelidad a la mujer, pero ésta se torna adultera desde que convive con un hombre que no es su marido. Por lo demás, el hombre no es adultero más que si toma aproximación con una mujer casada (Levítico, XVIII, 20; XX, X), o con la mujer prometida a otro (Deuteronomio, XXII, 23 y 27). Si la mujer era esclava, el adulterio existía también (Levítico, XIX, 20). La viuda que espera a reviro y tiene contacto con otro hombre es posible de la penalidad por adulterio (génesis, XXXVIII, 24). El adulterio era penado por la pena capital; en caso de tirarse de una esclava, o de la mujer que espera al reviro, la pena era solamente de azote, infligida a ambos intervinientes.
La biblia dispone en forma categórica que el adulterio es motivo de divorcio; pero podía ser objeto del perdón del marido y reconciliarse. Según la norma talmúdica era siempre motivo de divorcio, su causal obligatoria.
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